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La cuarcita, principal piedra utilizada para fabricar herramientas en el Paleolítico, también se utilizó para crear la tumba de Napoleón en Los Inválidos. Contrariamente a lo que algunos piensan, fue tallada en un bloque de cuarcita careliana, no de pórfido. Se utiliza a menudo en la construcción de pavimentos y para estabilizar las estructuras ferroviarias, como los depósitos de balasto, gracias a su notable resistencia a la abrasión en las capas de rodadura (betún y revestimientos).
Sus cualidades constructivas también son excelentes en su forma sedimentaria, la ortocuarcita. Esta forma de piedra es la materia prima preferida para los materiales refractarios en la industria del acero. Utilizada como revestimiento para los convertidores Bessemer, esta sílice extraída de los estratos de carbón ingleses ha convencido por su rendimiento.
Compuesta por cristales soldados y cuarzo, es una imponente roca silícea cuyo aspecto exterior está marcado por un corte concoide. Hay que diferenciar dos aspectos de esta piedra. Hay cuarcitas metamórficas, también llamadas « metacuarcitas » y que nacen de la recristalización de una arenisca, una radiolarita o una veta de cuarzo. Su otra forma es sedimentaria, llamada « ortocuarcita », y resulta de la cementación por diagénesis de una arenisca. Los libros y diccionarios especializados utilizan el término como sustantivo masculino para estas dos formas de piedra. En 1823, en su « Ensayo Geognóstico sobre el Yacimiento de las Rocas », el explorador, geógrafo y naturalista Alexander von Humboldt se apropió del nombre. La palabra aparece feminizada en algunos libros y diccionarios del siglo XIX.
En diferentes lugares del planeta se puede encontrar cuarcita masiva, pero se sabe que es uno de los componentes de los micaesquistos, esquistos o gneis. La roca final de los lechos de cuarzo, de aspecto claro y formada por finas láminas de arcilla oscura apiladas, es el resultado metamórfico del cuarzo de una roca sedimentaria. Originalmente estaba formada por una alternancia de lechos silíceos y arcillosos.
Para trabajar los cambios positivos de una personalidad, esta roca es un pilar fundamental gracias a su arraigo del cuerpo sutil y físico. Después de un traumatismo físico o espiritual, ayuda a mantener la mejora del estado general evitando recaídas y pensamientos negativos. Abre la mente y permite que el cuerpo acoja los beneficios de un equilibrio renovado.
Durante los episodios agitados y perturbadores, esta piedra ayuda a mantener una línea de guía saludable para avanzar serenamente hacia los objetivos de la vida, igualando ciertos cambios brutales.
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