
Características de la mantequilla
- Nombre : Mantequilla
- Reino : Animalia
- Subreino : –
- División : –
- Clase : Mammalia
- Subclase : –
- Orden : Artiodactyla
- Suborden : –
- Familia : Bovidae
- Subfamilia : Bovinae
- Género : Bos
- Especie : Bos taurus
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La mantequilla es un producto lácteo extraído mediante el batido de una crema obtenida, generalmente, de la leche de vaca. Es una de las grasas más utilizadas en Francia. Aunque es un alimento que contiene una cantidad importante de materia grasa, posee valores nutricionales ideales para mantenerse saludable.
La mantequilla constituye la materia grasa indispensable de la cocina y la repostería francesa, desde el desayuno hasta el postre. Es un producto natural que debe contener 82% de materias grasas lácteas, 16% de agua como máximo y 2% de caseína para merecer su denominación. También debe contener lactosa y sales minerales. El único aditivo permitido es el beta-caroteno, utilizado para su coloración. Para producir 1 kg, se necesitan aproximadamente 22 L de leche entera. Otros países utilizan leche de búfala, de yak o de oveja para fabricar mantequilla.
El proceso de fabricación de la mantequilla no ha evolucionado desde los inicios de su producción. Solo la industrialización ha aportado cambios, reemplazando el trabajo manual por máquinas en las lecherías. Sin embargo, muchas granjas recurren a un método más artesanal:
El amasado, una fase destinada a dar a la mantequilla su textura lisa y homogénea, es una etapa importante del proceso de fabricación. Solo queda prensarla en un molde y ponerla en un refrigerador.
En los supermercados, es posible encontrar una multitud de opciones de mantequilla, siendo las más comunes las siguientes:
También existen mantequillas DOP (Denominación de Origen Protegida) de Charentes-Poitou, de Isigny y de Bresse. Estas se fabrican según un saber hacer histórico con reglas que siguen un riguroso pliego de condiciones.
En términos de nutrición, la mantequilla goza de cierta riqueza en calorías y ácidos grasos saturados. También es una fuente de colesterol y vitamina A. Una porción de 100 g de mantequilla sin sal contiene los nutrientes indicados en la siguiente tabla:
Nutrientes | Cantidad media |
Tiamina o vitamina B1 | 0,006 mg |
Riboflavina o vitamina B2 | 0,035 mg |
Niacina o vitamina B3 | 0,071 mg |
Ácido pantoténico o vitamina B5 | 0,11 mg |
Vitamina B6 | 0,0035 mg |
Folatos o vitamina B9 | 0,003 mg |
Vitamina B12 | 0,00017 mg |
Vitamina C | 0 mg |
Vitamina D | 0,00112 mg |
Vitamina E | 2,11 mg |
Vitamina K1 | 0,007 mg |
Vitamina K2 | 0,015 mg |
Beta-caroteno o provitamina A | 0,158 mg |
Colesterol | 218 mg |
Potasio | 28 mg |
Sodio | 25 mg |
Calcio | 17,8 mg |
Magnesio | 2,05 mg |
Retinol | 0,675 mg |
Zinc | 0,083 mg |
Cobre | 0,026 mg |
Hierro | 0,026 mg |
Selenio | menos de 0,01 mg |
Manganeso | 0,0018 mg |
Yodo | 0,0015 mg |
Lípidos | 82,9 g |
-de los cuales ácidos grasos saturados | 55,4 g |
-de los cuales ácidos grasos monoinsaturados | 19,3 g |
-de los cuales ácidos grasos poliinsaturados | 1,82 g |
Ácido palmítico | 25,3 g |
Ácido oleico | 16,2 g |
Ácido mirístico | 9,24 g |
Ácido esteárico | 7,45 g |
Ácido butírico | 3,21 g |
Carbohidratos | 0,9 g |
Proteínas | 0,7 g |
Ácido alfa-linolénico | 0,38 g |
Ácido araquidónico | 0,09 g |
Agua | 15,4 g |
En cuanto al contenido calórico, este es de 753 kcal.
Los beneficios que puede proporcionar la mantequilla son numerosos y variados.
La mantequilla, constituida en un 80% por materias grasas, contiene principalmente ácidos grasos saturados. También contiene ácidos grasos trans de origen natural y colesterol. Sus efectos sobre la salud son, en parte, atribuibles a los lípidos presentes en su composición. Es conocida por su impacto en los niveles de colesterol. Sin embargo, las conclusiones de los estudios varían según los tipos de ácidos grasos con los que se compara, como:
Los estudios han demostrado que su consumo podría ser más favorable para la salud cardiovascular que el de la margarina hidrogenada. Finalmente, se ha observado que podría contribuir a aumentar los niveles de colesterol HDL, llamado “colesterol bueno”.
Los ácidos grasos saturados representan aproximadamente entre el 60% y el 65% de las grasas de la mantequilla. Pueden influir en el aumento del colesterol total y el llamado “LDL”, conocido como el “colesterol malo”. Además, estos elementos pueden aumentar ligeramente o no tener efecto sobre el colesterol HDL. Estos impactos en los lípidos sanguíneos pueden variar según el tipo de ácidos grasos saturados (cortos, medios o largos). Los ácidos palmítico, mirístico y láurico son calificados como “de cadena media”. Estos parecen tener una influencia más pronunciada sobre el nivel de colesterol LDL. Representan aproximadamente dos tercios de la cantidad total de ácidos grasos saturados en este producto lácteo.
Los ácidos grasos insaturados representan entre el 35% y el 40% de las grasas de la mantequilla. Entre ellos, los AG poliinsaturados son conocidos por su potencial hipocolesterolemiante. Según algunos estudios epidemiológicos, algunos podrían reducir el riesgo de morbilidad y mortalidad relacionadas con enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, están presentes en baja proporción en la mantequilla con menos del 4% de las grasas totales.
Los AG trans, incluidos en los de tipo insaturado, se encuentran naturalmente en la mantequilla, en una proporción del 2% al 5% de las grasas totales. También están disponibles en los alimentos procesados que contienen aceites hidrogenados. Los efectos nocivos de estos ácidos producidos durante la hidrogenación de los aceites vegetales están ahora bien documentados. Contribuirían especialmente al aumento del colesterol total, del LDL, de los triglicéridos y a la disminución del colesterol HDL.
La mantequilla contiene naturalmente una pequeña cantidad de AG trans, aproximadamente del 2% al 5% de su contenido total de grasas. El principal contenido en este producto lácteo es el ácido vaccénico. Sin embargo, una proporción de este elemento presente en la alimentación puede transformarse en ácidos linoleicos conjugados (ALC). Es un fenómeno posible gracias a la acción de una enzima en el organismo. Así, investigaciones han demostrado que el ácido vaccénico posee propiedades anticancerígenas indirectas, al igual que los ALC de los cuales es precursor. El interés por los AG trans naturalmente presentes en alimentos específicos es bastante reciente.
Aunque la mantequilla contiene una pequeña cantidad de colesterol, éste se encuentra exclusivamente en los productos y subproductos animales. Ningún estudio ha establecido un vínculo directo entre la grasa procedente de la mantequilla y los niveles de lípidos sanguíneos. En general, el colesterol alimentario tiene poco impacto en los lípidos sanguíneos.
La grasa de la leche contiene ácido butírico. Este AG saturado de cadena corta no se encuentra en ningún otro alimento común. Tendría un potencial protector contra ciertos cánceres, en particular el de colon. La mayor parte del ácido butírico presente en el cuerpo provendría de la fermentación de las fibras alimentarias en el intestino grueso. Sin embargo, no permanece mucho tiempo en la circulación sanguínea. Su capacidad protectora contra los cánceres, distintos al de colon, carece así de pruebas.
Dos cucharadas de mantequilla proporcionan una cantidad apreciable de vitamina A. Esta es polivalente e interviene en una serie de funciones del organismo. Favorece especialmente el crecimiento óseo y dental, preserva la salud de la piel, refuerza las defensas inmunitarias y contribuye a una mejor visión.
Apostar por la mantequilla adecuada es, ante todo, saber distinguir las diferentes variedades que existen. Estas deben privilegiarse según el uso deseado. El producto fabricado a partir de crema cruda proporciona más sabor que el confeccionado con crema pasteurizada. Las versiones DOP, por su parte, se eligen según su sabor que depende de los terruños de producción.
La mantequilla, deliciosa y versátil, puede disfrutarse de múltiples formas en la cocina. Aquí algunos consejos para sacar el mejor partido de este tesoro culinario.
La mantequilla es mejor cuando está fresca y emulsionada. También hay que evitar las altas temperaturas durante la cocción, ya que estas pueden alterar su textura y sabor. Un truco consiste en mezclarla con aceite para prevenir su descomposición en este tipo de condiciones.
Las mantequillas aromatizadas son perfectas en cocina. Es posible combinarlas con hierbas finas, rábano picante, pasta de oliva, ketchup o salsa de chile. También es perfecta con chutney, pimiento rojo, mostaza, miel y jugo de remolacha. Los mariscos y la salsa a la nizarda también son platos que pueden acoger muy bien este producto lácteo específico.
Este producto lácteo es imprescindible en las salsas bearnesa y holandesa. Puede añadirse al final de la cocción para espesar las salsas y enriquecer los platos. La mantequilla manié, con harina en su composición, también puede ser una alternativa de elección.
En repostería, las mantequillas añaden una textura esponjosa y un sabor más rico. Figuran entre los ingredientes clave en la preparación de pasteles, panes, cruasanes, masas para tartas, crepes y gofres. Un toque de mantequilla puede realzar el sabor del arroz o de las pastas alimenticias. Sin embargo, como con cualquier otro alimento calórico, la moderación es la clave.
La denominación “mantequilla”, de origen latino con el término butyrum, y tomado del griego bouturon, aparece en el siglo XII. La expresión “mazada”, creada en el siglo XVI, asocia las palabras “batir” y “mantequilla”, en referencia a la herramienta utilizada para el batido.
Las pruebas más antiguas de la existencia de la mantequilla se remontan a 4.500 años en un grabado sumerio. En India, 500 años más tarde, se encontraron otros rastros de su consumo, seguidos por los romanos al principio de nuestra era. El Antiguo Testamento está repleto de referencias a este producto, mientras que los detalles sobre su producción provienen de los árabes y los sirios. Estos últimos agitaban la leche en una piel de cabra hasta obtenerla.
En la Edad Media, los pueblos del norte de Europa como los suecos, los noruegos y los irlandeses, estaban especializados en su fabricación. Posteriormente compartieron sus técnicas con el resto del continente. Sin embargo, en esa época, la mantequilla era un producto raro reservado a los señores. Los menos afortunados se contentaban con aceite y manteca de cerdo. Su consumo había aumentado considerablemente en el siglo XVIII, gracias especialmente a la mejora de las condiciones de vida. Se volvió común en el día a día tras la invención del refrigerador de gas comprimido en los años 1870.
Antes del advenimiento de la refrigeración, varios métodos permitían conservar la mantequilla. La fermentación de la crema prolongaba su duración de conservación, mientras que el enfriamiento en agua fría reducía su alteración. Sin embargo, los habitantes del norte de Europa utilizaban una técnica particularmente eficaz. La enterraban sazonada con ajo en barriles de madera, dejando que el tiempo mejorara su sabor. Este método siguió siendo común durante años. Algunos fabricantes marcaban la ubicación de los barriles plantando árboles cerca.
La mantequilla está tan arraigada en la vida cotidiana que aparece en numerosas expresiones, como “poner mantequilla en las espinacas”, “entra como en mantequilla” o “hacer su mantequilla”. Algunas, como “un ojo a la funerala”, son menos agradables, reflejando la omnipresencia de este producto en el imaginario colectivo.
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